Si se analiza el cerebro humano de una forma
burda, se encuentran por un lado, el nivel de las estructuras molares, que son áreas grandes, que se refieren a las
divisiones hemisféricas y de estructuras mayores. Por ejemplo, se encuentra una
división que analiza al cerebro a partir de sus mitades, las cuales se les
denomina hemisferio izquierdo y hemisferio derecho.
Un hallazgo que causó gran revuelo en el campo de
la neurociencia fue el hecho de descubrir que si estudian las dos mitades,
éstas no se ocupan para las mismas funciones, y que cada hemisferio gobierna las capacidades motoras (relativas al
movimiento) y sensoriales (relativas a
los sentidos) del lado opuesto del cuerpo, sin embargo se encuentra que un lado
del cerebro es claramente dominante, a esto se le conoce como dominancia hemisférica, y este dominio
determina si el individuo será diestro o zurdo (Ayan, 2005).
La imagen siguiente sirvió para un primer mapeo de
funciones, y aunque muchos la han tomado como una regla, el cerebro no funciona
de manera tan coordinada y determinista, es capaz de flexibilizar funciones si
es requerido.
Como puede verse en la imagen, las funciones
cerebrales se suelen dividir en ambos lados, sin embargo, aun cuando
tradicionalmente se ha atribuido al hemisferio izquierdo el ordenamiento del
trabajo lógico e intelectual, relacionado con personas con amplia capacidad de
razonamiento y al hemisferio derecho se le conoce como el lado artístico y
emocional, representado por las inquietudes artísticas, ambos se requieren el
uno del otro, en realidad se dan como complementarias ya que el arte, por
ejemplo, requiere del pensamiento lógico y el pensamiento lógico tiene su toque
de romanticismo.
Otro mito que durante mucho tiempo se ha mantenido
es que los hombres son todo hemisferio izquierdo, ya que emplean la lógica y
las habilidades cognitivas, mientras que las mujeres son todo hemisferio
derecho, pues son tiernas y detallistas. Esto sin embargo, es solo una guerra
sexista, ya que ambos hemisferios funcionan de manera conjunta.
Este trabajo colaborativo se logra por que los
hemisferios no se encuentran aislados entre sí, los une una estructura llamada
el cuerpo calloso. Esta estructura es la comisura
interhemisferica de mayor tamaño y conecta transversalmente a ambos
hemisferios. El cuerpo calloso está formado por aproximadamente 180 – 200
millones de axones que proceden mayoritariamente, de las células de la corteza
cerebral y es capaz de transportar 400 millones de impulsos por segundo (Siffredi,
Anderson, Leventer, Spencer-Smith, 2013; Steele, Bailey, Zatorre, and Penhune, 2013).
Este se
desarrolla fundamentalmente durante el periodo pre natal siguiendo un patrón de
desarrollo de adelante hacia atrás y es la forma en que ambos hemisferios están
íntimamente relacionados y la razón por la cual los impulsos de un hemisferio y
otro cobran sentido y se relacionan (Quintero Gallego, Manaut, Rodríguez, Pérez
Santamaría, Gómez, 2003).
Existe además, otra estructura la
mayoría de las veces olvidada, pero que ha cobrado fuerza en distintas
investigaciones por su papel para el procesamiento del movimiento y algunas
funciones cognitivas y es el cerebelo, el
cual es considerado un sistema
neuronal encargado de regular los movimientos con acciones muy bien definidas
sobre la coordinación, postura, tono y control de los movimientos oculares y
movimientos finos, cuya organización geométrica fue descrita por Ramón y Cajal en 1911 y que
ha dado pie igualmente a numerosas hipótesis y controversias durante los
últimos años, ya que las funciones
cognitivas cerebelosas han cobrado auge, pues cada vez se recogen más
evidencias de la participación de esta estructura en la modulación de procesos
cognitivos como el control emocional, la sexualidad y la memoria, así como en
la planificación o las estrategias de aprendizaje o del lenguaje (Arriaga
–Mendicoa, Otero – Silicio y Corona – Vázquez,
1999; Mediavilla,
Molina y Puerto, 1996; Schlerf, Ivry and
Diedrichsen, 2012).
Uno de los encargados de
investigar esta estructura fue Watson,
quien llegó a la conclusión de que esta
estructura podía intervenir en el procesamiento sensorial (auditivo, visual,
táctil...), durante el aprendizaje. Previamente, Marr, Albus, Eccles y otros autores
habían desarrollado sus teorías acerca del papel de la corteza cerebelar en aprendizaje
de destrezas motoras, así como en la emoción, motivación y procesos de recompensa
(citados en Watson, 1978).
Así, desde finales de 1960 se
han desarrollado diversas teorías implicando al cerebelo en el aprendizaje de
destrezas motoras y suponen que éste no participa tanto en la adquisición de
una secuencia de movimientos, sino en el que éstos parezcan fluidos y diestros,
es decir, bien aprendidos.
En este sentido, la principal implicación del modelo propuesto por Marr en la década de los 60s (citado
en Mediavilla, Molina y
Puerto, 1996) sería que el cerebelo
aprende a ejecutar destrezas motoras y que, cuando eso ocurre, un simple o incompleto mensaje del cerebelo
puede provocar la ejecución. Para
analizar el papel de esta estructura, se han llevado a cabo estudios con
bailarines profesionales, quienes dependen de una buena coordinación cerebelosa
para ejecutar su arte.
También se ha implicado al cerebelo en funciones mentales complejas pero aún
no se determinado en que procesos participa y la manera en que lo hace. En cualquier
caso, son cada vez más numerosas las evidencias que apoyan la consideración del
cerebelo como una máquina de aprender,
tal y como lo definen las teorías
clásicas, que lo definen como una
estructura que podría servir para todo tipo de control neuronal, autonómico, motor
o mental (verbal y no verbal) (Fatemi, Aldinger, Ashwood, Bauman, Blaha, Blatt, Chauhan, Chauhan, Dager,
and Dickson, 2012).
Una prueba destacable de la implicación del cerebelo en el aprendizaje
motor, la proporcionó el hecho de que, tras este tipo de aprendizaje, se
produjera sinaptogénesis (surgimiento de nuevas conexiones entre neuronas) en
la corteza cerebelar, lo cual quiere decir que esta estructura es necesaria y
crea conexiones que trabajan en beneficio del proceso (Black, Isaacs, Anderson, Alcantara, y Greenough,
1990).
Referencias
Arriaga –Mendicoa,
N., Otero – Silicio, E. y Corona
– Vázquez, T. (1999) Conceptos actuales sobre cerebelo y cognición. Rev. Neurol. 29- 1064-1075.
Ayan, S. (2005) Right brain may be wrong.
Scientific American Mind. Vol. 16.
Num. 2. 82-84.
Black, J.E., Isaacs, K.R., Anderson, B.J., Alcantara,
A.A. y Greenough, W.T. (1990). Learning causes synaptogenesis, whereas motor
activity causes angiogenesis, in cerebellar cortex of adult rats. Proc.Natl.Acad.Sci.USA.
87, 5568-5572.
Fatemi, H., Aldinger, KA., Ashwood, P., Bauman, ML., Blaha, D., Blatt,
GJ., Chauhan, A., Chauhan V., Dager, SR., and Dickson, PE. (2012) Consensus
paper: Pathological role of the cerebellum in Autism. The Cerebellum. 11 (3) 777-807.
Mediavilla, C., Molina, F. y Puerto, A. (1996) funciones no
motoras del cerebelo. Psicothema. Vol. 8, nº 3, pp. 669-68.
Quintero
Gallego, E., Manaut, E., Rodríguez, E., Pérez Santamaría, J., Gómez, C. (2003)
Desarrollo diferencial del cuerpo calloso en relación con el hemisferio
cerebral. Revista española de neuropsicología. 5. 1. 49-64.
Schlerf, J., Ivry,
RB., and Diedrichsen, J. (2012) Encoding of sensory prediction errors in the
human cerebellum. The Journal of
Neuroscience. 32 (14) 4913- 4922.
Siffredi, V.,
Anderson,, V., Leventer, RJ., Spencer-Smith, MM. (2013) Neuropsychological profile of
agenesis of the Corpus Callosum: A systematic Review. Developmental Neuropsychology.38 (1) 36-57.
Steele, CJ., Bailey,
JA., Zatorre, RJ., and Penhune, VB. (2013) Early musical training and
white-matter plasticity in the corpus callosum: Evidence for a sensitive
period. The Journal of Neuroscience.
33 (3) 1282- 1290.
Watson, P.J. (1978)
Nonmotor functions of the Cerebellum. Psychol. Bulletin, 85(5), 944-967.
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