Continuando con
el tema de la neuro-plasticidad puedo mencionar que existen dos líneas de
investigación que son las más estudiadas actualmente: por un lado está la idea de que el
cerebro humano posnatal posee células
troncales que aparentemente perduran durante la adulta y que pueden dar
lugar a nuevas neuronas, esta línea de trabajo ha abierto una puerta en el
campo de la medicina regenerativa, pues hasta hace poco tiempo, se creía que la
habilidad cerebral de restaurar su función a través de la regeneración neural
era nula.
En este sentido existen investigaciones en las cuales se reportan que las
células troncales cerebrales vivas se aislaron de cadáveres humanos de hasta
cinco días de que sucedió el deceso, manteniendo los cuerpos en refrigeración y
las células obtenidas de estos cadáveres dieron lugar a nuevas neuronas y
células gliales in vitro,
por lo que actualmente, se cree que la presencia de las células troncales en el
cerebro puede, al menos en parte, explicar la gran plasticidad cerebral y la mejoría
funcional que se observa en pacientes después de una lesión cerebral, incluso
extensa. Sin embargo, no se sabe aún, el
papel específico y la capacidad regenerativa de éstas en respuesta a las
diferentes patologías adquiridas y congénitas del sistema nervioso central (Belkind-Gerson
y Suárez-Rodríguez, 2004; Aguilar, 2005).
Es por esto que
esta línea de investigación se ha centrado en estudiar el hecho de que
bajo ciertas condiciones, las células troncales pueden diferenciarse hacia el
tipo celular requerido para regenerar el tejido dañado con las señales
adquiridas directamente en el sitio de la lesión, ya que una vez que existe una
lesión neural, las neuronas dañadas entran en contacto con la mielina que se ha
liberado de otras neuronas lesionadas, y debido a que la mielina contiene
varios inhibidores que impiden que las neuronas que no han muerto restablezcan
sus conexiones, no es posible aún comprender los mecanismos en que sea posible
restablecer funciones (Belkind-Gerson, Suárez-Rodríguez, 2004).
Esta capacidad
ha generado otro tipo de estudios en busca de la regeneración celular, que dirigen sus esfuerzos hacía las llamadas células madre.
Estas son células embrionarias, es decir su
destino aún no ha sido decidido y se transformarán a través de un proceso de
diferenciación y proliferación en distintos tipos de células. Éstas son muy
diferentes a cualquier otra en el organismo por lo que pueden emplearse para
regenerar tejidos específicos. Las células
madre neuronales, son aquellas que tiene la capacidad de auto-renovación y
que pueden generar otros tipos de células distintas a ellas a través de un
proceso de división celular asimétrico, por lo que se definen por su multipotencialidad.
Estas células se encuentran en la médula ósea y se han empleado con éxito para
generar tejido cardiaco (León Carrión, 2003, Hernández-Muela, Mulas, Mattos, 2004; Shreeve, 2005).
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Ciertamente esto rompe con el dogma que las
neuronas no se crecen espontáneamente en cada parte de los cerebros adultos,
sin embargo, las investigaciones pioneras comenzaron en la década de los años
90s, cuando investigadores en el campo de la neurobiología encontraron que los
cerebros maduros de algunos mamíferos eran capaces de generar nuevas neuronas.
Por supuesto,
los biólogos creían que esto sólo era posible en los cerebros jóvenes, pero
Elizabeth Gould de la Universidad Rockefeller, demostró que nuevas células
crecían en cerebros adultos, particularmente, se ha encontrado que en el
hipocampo (parte del sistema límbico, encargado de procesos de aprendizaje y
memoria) cientos de nuevas células
crecen cada día.
A partir de entonces, diversos investigadores
han mostrado las células destinadas a convertirse en neuronas viajeras desde el
ventrículo del bulbo olfatorio, especialmente en un par de estructuras
encargadas de recibir la información que las células olfativas en la nariz.
Aunque nadie
está seguro de por qué el bulbo olfatorio requiere de tantas neuronas nuevas,
se puede especular que siendo ésta una estructura necesaria para el aprendizaje
de nueva información, es indispensable añadir neuronas para crear las
conexiones ente las neuronas existentes y las nuevas, incrementando así la
capacidad cerebral para procesar y almacenar la información novedosa (León
Carreón, 2003, Avaria, 2005, Shors, 2009).
Si bien existen otras investigaciones
que reportan neurogénesis
(crecimiento, espontáneo o inducido de neuronas) y el hallazgo de nuevas neuronas fuera del hipocampo y el bulbo
olfatorio, éstas no han sistematizado sus hallazgos, y una de las razones es
que los métodos empleados para probar la existencia de neurogénesis es difícil, aunque recientemente se han
llegado a detectar crecimiento neuronal en la medula espinal de adultos.
Aun cuando la neurogénesis depende del
componente genético, las diversas aportaciones a este tema en trabajos con
otras especies como ratones han llegado a ser tan claras que diversos
laboratorios han intentado lograr progresos con humanos. De hecho
investigadores de Estados Unidos y Suecia, demostraron que esto era posible
también en humanos, aunque no con tanta claridad como en otras especies (Shors,
2009; Gage, 2007; Avaria, 2005; León Carrión,
2003).
En estudios con animales, se encontró que en sólo un par
de semanas, la mayoría de estas neuronas recién nacidas, morían, a menos que el
animal, fuera retado a aprender algo. Este nuevo aprendizaje, especialmente el
que requería de mayor esfuerzo, mantenía vivas esas células. Pero los trabajos han encontrado que las neuronas no son
necesarias para todos los tipos de aprendizaje, pues si bien pueden jugar un
rol en la resolución de problemas, basadas en la experiencia pasada, no son
generadas en tiempos específicos, ya que su producción está relacionada mayormente con un gran número de factores ambientales.
Por ejemplo se ha
observado que el consumo de alcohol retrasa la generación de nuevas células,
mientras que la tasa de neurogénesis puede ser incrementada por el ejercicio.
Así quedó demostrado en investigaciones con ratones, los cuales pasaban gran
tiempo corriendo en una rueda e incrementaron dos veces la producción neuronal
comparada con ratones con una vida sedentaria (Shors, 2009).
Sin embargo, aún cuando este
descubrimiento da un giro a la
investigación neurobiológica, quedan preguntas por responder, que no permiten
del todo la aplicación de estos hallazgos para identificar los efectos del
aprendizaje en la sobrevivencia de nuevas neuronas, por ejemplo: ¿qué
neurotransmisores y receptores de proteínas están involucrados?, y ¿cómo operan
estos mecanismos?; ¿el aprendizaje ayuda a estas nuevas neuronas a integrarse a
las redes neuronales o solo promueve la sobrevivencia de las que ya están
conectadas?; ¿estas neuronas contribuyen a la obtención de conocimiento?.
La meta es que estos estudios
contribuyan a comprender la degeneración neuronal, pero principalmente a la
salud de las personas, principalmente para evitar enfermedades como el
Alzheimer o el Parkinson, así como comprender los procesos neuronales
relacionados con los trastornos del desarrollo.
Referencias:
Aguilar, F. (2005) Razones
biológicas de la plasticidad cerebral y la restauración neurológica. Revista Plasticidad y Restauración Neurológica. Vol. 4 Num.1. 5-6.
Avaria, M. A.
(2005) Aspectos biológicos del desarrollo psicomotor. Rev. Ped. Elec. [en línea] Vol 2, N° 1.
Belkind-Gerson,
J. y
Suárez-Rodríguez, R. (2004)
Regeneración cerebral. Realidades, posibilidades y esperanzas. An
Med Asoc Med Hosp ABC.
49 (4): 201-207.
Gage, F. (2007) Brain,
repairs yourself. In Floyd E, Bloom (2007) The best of the brain from
Scientific American: mind, matter, and tomorrow’s brain. Washington DC. Dana Press.
Hernández-Muela,
S., Mulas, F. y Mattos, L. (2004) Plasticidad neuronal
funcional Rev Neurol. 38 (Supl 1): S58-S68.
León
Carrión, J. (2003) Células madre, genética y neuropsicología. Revista
Española de Neuropsicología. 5 (1) 1-13.
Shors, T. (2009) Saving new
brain cells. Scientific American. Vol. 300. num. 3. 41-48.
Shreeve, J. (2005) Cornina’s brain: all she is… is
here. National Geographic. Vol. 207. num.
3. 6-12.
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